Hace tiempo que quiero escribir un post sobre este tema, lo tengo anotado hace como dos años en un cuaderno, pero no me sale. Por eso, a partir de lo que leí en un libro hace unos días, voy a apelar al vil recurso del afano o, para llamarlo más delicadamente, transcripción. Dice Rodrigo Fresán en "La velocidad de las cosas":
"Desconfiar siempre de esos nuevos cementerios tan parecidos a un parque, a un prado, a cualquier otra cosa. Un cementerio tiene que parecer un cementerio: un cementerio es el lugar donde viven los muertos y no el sitio donde corren los niños, cagan los perros, se organizan morbosos pic-nics para compensar el dinero invertido en el metro cuadrado de césped y se filman comerciales donde una familia rubia corre en cámara lenta por una colina bien abonada."
Igual todo esto no sería más que una propuesta de mínima. Lo realmente adecuado y correcto sería tirar los cadáveres a la basura (no sé si así nomás o cremarlos primero, habría que ver), porque no sirven para nada. Y los cementerios, ya sean públicos o privados, ocupan lugares donde podría haber otras cosas. Pero bueno, en una sociedad tan estúpidamente supersticiosa, es imposible plantear esto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario