sábado, 24 de octubre de 2009

Acerca del destino de los cadáveres

Hace tiempo que quiero escribir un post sobre este tema, lo tengo anotado hace como dos años en un cuaderno, pero no me sale. Por eso, a partir de lo que leí en un libro hace unos días, voy a apelar al vil recurso del afano o, para llamarlo más delicadamente, transcripción. Dice Rodrigo Fresán en "La velocidad de las cosas":

"Desconfiar siempre de esos nuevos cementerios tan parecidos a un parque, a un prado, a cualquier otra cosa. Un cementerio tiene que parecer un cementerio: un cementerio es el lugar donde viven los muertos y no el sitio donde corren los niños, cagan los perros, se organizan morbosos pic-nics para compensar el dinero invertido en el metro cuadrado de césped y se filman comerciales donde una familia rubia corre en cámara lenta por una colina bien abonada."


Igual todo esto no sería más que una propuesta de mínima. Lo realmente adecuado y correcto sería tirar los cadáveres a la basura (no sé si así nomás o cremarlos primero, habría que ver), porque no sirven para nada. Y los cementerios, ya sean públicos o privados, ocupan lugares donde podría haber otras cosas. Pero bueno, en una sociedad tan estúpidamente supersticiosa, es imposible plantear esto.

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